Novedad Julio
"La última frazada"
Joaquín Correa
Colec. Poesía Contemporánea #5
Agustina Cataláno
(fragmento del primer postfacio)
I
¿Se
puede escribir sobre los amigos siendo justo con ellos y con sus
libros? Yo supongo que no, que siempre queda algo por decir, por
pudor o por negación, pero aún así se trata de decir algo, como
sea posible. En mi caso, no puedo decir que mi lectura de los textos
de Joaquín estuvo acompañada por la amistad que tengo con él sino
más bien por la distancia. Es más, toda nuestra amistad está
condicionada casi en su totalidad por los viajes de ambos; pasamos la
mayor parte de nuestra relación hablando por teléfono, por e-mail,
por redes sociales, aún cuando vivíamos a una cuadra de distancia.
De esa manera fui leyendo fragmentos, ideas espontáneas que
seguramente quedaron perdidas en la computadora, en el medio del
proceso de componer un libro.
II
Para
mí, leer los poemas de Joaquín es similar a escuchar su voz por
teléfono o por medio de la computadora, como dialogar con él pero
en otro formato. Y ahí también se lee a otros, en portugués, o no,
a los grandes como Kafka, o no, como Claudio María Domínguez,
porque en cualquier diálogo con Joaquín siempre están las citas
sin comillas que le robó a Barthes hace años y logró convertir en
un nombre propio. Joaquín escribió un libro de poemas que se
pregunta justamente cómo escribirlos, sin rozar lo cursi y lo
sentimental pero con al menos una certeza, sin excederse en las
palabras y reposando, a veces, en el silencio. Y dice por medio de
otros, en otros idiomas, pero siempre fiel a sus lecturas y a sus
amigos que también están.
ϟ
Agustín Barovero
(fragmento del segundo postfacio)
Es
Junio y Mar del Plata se llena, de a poco, de viento y de frio. Leo
(y esa palabra está cargada de fortuna, de agradecimiento) las
palabras de un amigo que me elige como lector. Leo todas las ciudades
que atraviesan la escritura de Joaquín. Leo su dépaysement,
leo nombres que me remiten a geografías y a su historia. Recuerdo,
con ellas, anécdotas que me fueron contadas con el vértigo de la
emoción recuperada, en bares, en vestuarios de fútbol, en fiestas.
Recorro. Como antes recorrí páginas y páginas de fotos, de
retratos, de fragmentos suyos, de Europa y de América.
Leo
que estas palabras están, en "tono y atmósfera", hablando
desde una incomodidad por extranjería, un dislocamiento. Joaquín ha
escrito que "si los lugares son habitables a partir del
nacimiento del amor, no hay otra identidad posible si no allí donde
(se) suceden los abrazos". La falta de ese abrigo se hace, acá,
sustancia vaporosa, siniestra, impensable que sume a la identidad en
la niebla.
Artesanal,
lúcido, crudo. Las capturas de Joaquín (de Joaco) revelan la
partícula que pasa por alto el automático foco infinito. Su
desamor, su heroico exotismo romanticista en bares de calles
paquetas, su terror... todo fija y abre instancias, cuadros donde la
palabra crea, como un diafragma abierto que se concentra en la
nitidez de sólo un punto. Siento en esta colección esa capacidad
hermosa de Joaco de inventar categorías, entidades, organismos, al
tiempo en que trata de entender lo que atestigua -con el pulso del
desenfreno que tiene su voz cotidiana-.
Esta
escritura aparece en bordes, en líneas no previstas, en lugares
donde se traspuso la habitabilidad y la amabilidad y lo único que
queda es el papel como espacio en que intentar un rescate. La
realidad, sus embates y atropellos crean un espacio estrecho, entre
la espada y la pared, y sólo la concentración en la cercenada
profundidad de campo puede hacerse de puntos estables donde asirse.
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Ehhh aguanten los agustines (?)
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