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Dos tópicos de nuestro tiempo, igualmente frecuentes y
claramente contradictorios entre sí, son el de que “la ética está de moda” y el de que “la ética ya no existe”. Comparten un mismo carácter hiperbólico,
ya que, aunque posiblemente se habla hoy de cuestiones éticas con mayor
asiduidad que en otras épocas, ello no basta para considerar ese parloteo como
una “moda” (y hay que tener en cuenta que muchas de las menciones son para
negarla, de acuerdo con el segundo de los tópicos); y la pretendida no existencia suele aludir –de modo
consciente o inconsciente-- a que han cambiado las costumbres, que no forman
parte de la ética propiamente dicha (si consideramos a ésta como “tematización
del ethos”[1]),
sino en todo caso del ethos mismo, es
decir, de la “moral”. Pero el cambio de las costumbres ha acontecido siempre, y
no justifica que se lo equipare a una desaparición de lo que es su sustrato.
Con este rodeo tratamos de expresar, en suma, que no creemos que la ética “esté
de moda” ni que haya desaparecido. El ethos
forma parte de la naturaleza humana,
y en verdad una de sus partes más complejas, de modo que siempre es posible
dedicarle nuevas reflexiones y “tematizaciones”. Es lo que hacemos en el
presente libro.
El título elegido inaugura el adjetivo “ethonómico”. Al menos, no sabemos que
alguien lo haya usado antes. Lo hemos acuñado a partir de los vocablos griegos ethos (carácter; pero también costumbre)
y nomos (ley, norma). Seguimos el
mismo criterio con que se han elaborado términos como “economía”, “autonomía”,
“agronomía”, etc., que desde hace mucho
tiempo están incorporados a nuestro idioma. Y es asimismo el criterio con el
que surgieron más recientemente “etología” (o “ethología”) y “ecología”. Así
parece lícito usar el sustantivo
“ethonomía” y el correspondiente adjetivo “ethonómico”, que designarían
aspectos normativos del carácter y / o de las costumbres. Podríamos desde luego
haber usado el clásico y antiquísimo término “ético”. Pero con ethonómico pretendemos sugerir algo más específico y a la
vez más modesto que “ético”. Aspectos como la ambigüedad de la conciencia
moral, o la inserción de una antinomia moral en una letra de tango, o detalles
del pensamiento ético kantiano –como su omisión de lo trascendental en la razón
práctica, o nuestra duda entre justificar o rechazar su rigorismo--, o en fin,
la presencia ineludible de la normatividad moral en la educación (el ethos en la paideia), pueden interrelacionarse precisamente en cuanto
cuestiones ethonómicas. En un
principio habíamos pensado usar otro neologismo: “ethoscopía”, “ethoscópico”.
Pero en trabajos anteriores ya lo hemos referido a la metodología propia de la
llamada “ética descriptiva”, un nivel de reflexión que no es el correspondiente
a los presentes trabajos. Acaso la ethonomía resulte en definitiva un modo de
no acceder a la opinión de que la ética “está de moda” ni a la de que ella “ya
no existe”.
Mar
del Plata, octubre de 2013
[1] Cf.
Maliandi, R., Ética: conceptos y
problemas, Buenos Aires, Biblos, 4ª. ed., 2009, pp. 17 ss.
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